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Hace seis semanas parecía imposible.  Hoy, parece improbable pero posible: Colombia podría rechazar al candidato presidencial que más se ajusta al molde del presidente saliente, Álvaro Uribe Vélez.

Podría decirse que Uribe ha sido el presidente más popular de Colombia en los 200 años de historia del país; en casi ocho años, su índice de aprobación nunca ha bajado del 60 %, en julio de 2008 subió hasta 80% y actualmente se sitúa alrededor del 75%. Su aspiración a gobernar durante un tercer periodo, sin precedentes en el país, fue negada por la Corte Constitucional en febrero.  Esto les abrió el campo a candidatos que van desde la derecha hasta la extrema izquierda y ninguno es más cercano al presidente saliente que Juan Manuel Santos, su ex-Ministro de Defensa, candidato por el Partido de la U (Unidad), fundado por Uribe.  Los sondeos iniciales mostraron un apoyo a Santos del 40% o más, muy por encima de su más cercana competidora, Noemí Sanín del Partido Conservador, quien ha sido candidata presidencial dos veces, sin lograr el triunfo.  En un lejano tercer puesto, con un solo dígito, estaba Antanas Mockus del Partido Verde. Después de las elecciones legislativas del 14 de marzo, la situación de Santos se veía aún mejor pues los candidatos de la U ganaron una pluralidad en el Senado y la Cámara de Representantes.

A menos de tres semanas de las elecciones del 30 de mayo, el Dr. Mockus ha saltado de 9 a 34 por ciento de apoyo, mientras que el Sr. Santos se ha deslizado hasta un 35 por ciento [la Sra. Sanín, antes ubicada en segunda posición, se encuentra ahora en tercer lugar, después de haber caído de 17 a sólo ocho por ciento].

Para ganar, los candidatos presidenciales deben obtener el 50% de los votos y parece que Santos y Mockus se enfrentarán en una segunda vuelta a mediados de junio en la que Santos podría encontrarse con una oposición cerrada de la izquierda de todos los partidos y facciones.

Hay múltiples razones para el declive de Santos y el ascenso de Mockus:

Claramente, Juan Manuel Santos es el candidato mejor preparado, después de haber sido  excelente ministro en tres administraciones.  Aunque nunca ha ocupado cargos de elección popular, está mostrando notable fuerza y equilibrio tanto en las correrías de la campaña como en los debates presidenciales.

Su campaña, no obstante, ha ganado fama de desorganizada e insensible ante los intereses políticos pues, en la opinión de un experimentado analista, "han creído que esto es una coronación y no una elección".  Por ejemplo, recientemente Santos visitó Popayán, antigua capital de Colombia,  y sin reunirse con el alcalde,  se entrevistó con un líder político minoritario que representa una pequeña fracción de la base política del alcalde.

 

El nombramiento de Roberto Prieto, estrecho confidente de Santos, y el experimentado asesor politico J.J. Rendon son ejemplos de los esfuerzos radicales para corregir en gran parte la desorganización y falta de decisión evidentes desde principios de la campaña, mediante el remplazo de personal ineficaz y la revisión de los temas de la campaña.

La sorpresiva selección por parte de Santos de un comunista reformado, ex dirigente sindical,  ministro y gobernador del Departamento del Valle, está haciendo campaña por su cuenta con un pequeño equipo de campaña y fondos modestos.

El presidente Uribe, aunque sin duda apoya a Santos, ha hecho dos declaraciones innecesarias y poco útiles para el candidato del Partido de la U que han sido explotadas por los medios.  Recientemente ha adoptado una actitud de apoyo mucho más decidido.

El cubrimiento que los medios han hecho de Santos, miembro de la familia fundadora de El Tiempo, el periódico  más importante de Colombia, es escaso debido en parte al mal manejo de prensa por parte de la campaña.  Recientemente, una conferencia de prensa anunciada con antelación en un acto de campaña, se limitó a dos preguntas porque Santos llegó tarde. Este observador, a quien Santos le dijo dos veces que quería tener una entrevista , no pudo obtener durante seis semanas una respuesta concreta de ningún miembro de la campaña, una situación que se ha replicado muchas veces con otros periodistas.

 

Por su parte, la campaña de Mockus está recibiendo un gran cubrimiento de los medios y como resultado este bogotano hijo de inmigrantes lituanos goza de una aura de Obama entre los votantes.

Aparte de dos periodos como alcalde de Bogotá y dos candidaturas presidenciales, la experiencia profesional de Mockus es como profesor y rector de la Universidad Nacional de Colombia.

Como alcalde no hizo mayor cosa fuera de remendar las agujereadas calles de Bogotá y apropiarse del crédito de un esfuerzo nacional para disminuir tajantemente el secuestro y el asesinato. 

Otras actividades de su alcaldía incluyeron caminar por las calles vestido de Súper Ciudadano en mallas y capa, para fomentar el compromiso civil de los sorprendidos ciudadanos, y además, declarar la noche de las mujeres, mientras los hombres se quedaban en casa cuidando a los niños, para reducir el miedo femenino a ser víctimas de abusos.

La fórmula vicepresidencial de Mockus, Sergio Fajardo, un antiguo profesor y alcalde de Medellín, sufre de acusaciones recurrentes de haber tenido relaciones cercanas con los grupos paramilitares colombianos y el régimen de Chávez en Venezuela [Mockus mismo se vio forzado a cambiar una declaración de "admiración" a "respeto" por el déspota venezolano].

Recibió menos del 6% del voto presidencial en 2006 pero la prensa y el público están engrandeciendo  a Mockus en 2010.  De vuelta a Bogotá desde Cartagena hace poco, casi todos los pasajeros de un avión lleno se pusieron de pie y aplaudieron al candidato. Más aun, varios líderes cívicos y hombres de negocios, cansados del lento crecimiento económico a pesar de la mayor seguridad, están hablando positivamente de este "enfoque fresco" sobre los problemas.

 

Antanas Mockus es impredecible  Entre sus puntos de vista "frescos", como lo expresó a un prominente abogado bogotano, es que las muertes de los casi tres mil prisioneros durante el régimen del fallecido hombre fuerte chileno Augusto Pinochet, son más significativas que las de los 400 mil colombianos masacrados por las FARC, por ser aquellas acciones del gobierno. 

En un debate en abril 18 entre los seis principales contendores presidenciales, Mockus fue el único candidato en afirmar que no hubiera bombardeado el territorio vecino de Ecuador para matar al famoso líder narcotraficante Raúl Reyes, donde el segundo líder de las FARC se escondía, y que no lo haría si una situación parecida se presentara de nuevo. Cuando le preguntaron si había apoyado la aclamada acción en 2008, dijo que no se acordaba.  Recientemente, afirmó que extraditaría al Ecuador al presidente Uribe si era solicitado; aunque ya se retractó también de esta posición.

Luego está la presión de los vecinos de Colombia. El dictador venezolano Hugo Chávez ha anunciado que cortará todas las importaciones y no se reunirá con el Sr. Santos si éste es elegido presidente. Rafael Correa, Presidente del Ecuador y aliado de Chávez, ha etiquetado al mismo tiempo a Juan Manuel Santos como "un peligro no sólo para el Ecuador sino para toda la región".

Este agudo contraste entre los dos candidatos presidenciales colombianos tiene grandes similitudes con la elección de Estados Unidos en 2008.  La sólida experiencia ejecutiva de Santos, particularmente como el arquitecto principal del  notable éxito del país contra las guerrillas revolucionarias narcotraficantes, contrasta con la limitada y a menudo quijotesca experiencia política de Mockus.

En una posible segunda vuelta en junio, los votantes colombianos probablemente tendrán que elegir entre una experiencia centrista ya probada y la idiosincrasia idealizada de izquierda que bordea la duplicidad.  Su decisión impactará significativamente la dirección sociopolítica de América Latina durante muchos años hacia el futuro.

El analista geopolítico  y antiguo diplomático John R. Thomson se concentra en asuntos de los países en desarrollo.

John R. Thomson
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